El amor, las mujeres y la muerte

por | 18 enero, 2010


Arturo Schopenhauer

«Ante todo, preciso es considerar que el hombre propende por naturaleza a la inconstancia en el amor, y la mujer a la fidelidad. El amor del hombre disminuye de una manera perceptible a partir del instante en que se ha obtenido satisfacción. Parece que cualquier otra mujer tiene más atractivo que la posee; aspira al cambio.

Por el contrario, el amor de la mujer crece a partir de ese instante. Esto es una consecuencia del objetivo de la naturaleza, que se encamina al sostén, y por tanto, al crecimiento más considerable posible de la especie.

En efecto, el hombre con facilidad puede engendrar más de cien hijos en un año, si tiene otras tantas mujeres a su posible disposición; la mujer, por el contrario, aunque tuviese otros tantos varones a su disposición, no podría dar a luz a más de un hijo al año, salvo gemelos. Por eso anda el hombre siempre en busca de otras mujeres, al paso que la mujer permanece fiel a un solo hombre, porque la naturaleza la impele, por instinto sin reflexión, a conservar junto a ella a quien debe alimentar u proteger a la futura familia menuda.

De ahí resulta que la fidelidad en el matrimonio es artificial para el hombre y natural en la mujer y por consiguiente (a causa de sus consecuencias y por ser contrario a la naturaleza), el adulterio de la mujer es mucho menos perdonable que el del hombre».

En el escrito, Schopenhauer argumenta a favor de:

  1. La distinción entre la disposición natural del hombre a la promiscuidad y el adulterio como algo menos perdonable.
  2. La distinción entre la disposición del hombre a promiscuidad y el adulterio como algo imperdonable.
  3. La infidelidad de las mujeres.
  4. La infidelidad de los hombres.